Fe

No necesito pensar en mí

“¿Y cuándo piensas en ti?” es la frase que me hizo darme cuenta de que ya estaba del otro lado: cuando uno se quiere mucho a sí mismo, cuando uno se cuida mucho, se consiente mucho, etc. no da espacio para recibir un amor más grande, un cuidado más grande, una guía más grande.

Al ocuparme demasiado de mí misma, no dejaba que Dios lo hiciera

Pocas cosas buenas ha dejado el 2020, pero una que siempre agradeceré ha sido dejar de pensar tanto en mí misma. Empecé el año en mucho abandono, pero con cierto temor por la incertidumbre inevitable de la vida, sin imaginar siquiera que estaríamos meses encerrados por una crisis global. Conforme han pasado los meses, he podido leer a grandes mentes, que han guiado mis decisiones una tras otra.

Varias veces les he hablado sobre la lectura de “Historia de un Alma” y otros escritos de Santa Teresita del Niño Jesús, que es quien más ha marcado estos meses con su gran deseo de amar. Pero también están el padre M.D. Philippe, San Josemaría Escrivá de Balaguer, Santa Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz) y el gran San Juan Pablo II. Uno a uno me han ido convenciendo de un mayor y verdadero abandono.

Antes de que los psicólogos se escandalicen, no quiero decir que no deba de quererme a mí misma. Me convence mucho el argumento de Aristóteles del amor propio para amar a otros. Pero ese es el punto: amar solo lo suficiente para que yo pueda amar desmedidamente a otros, por encima de mí misma, porque Dios cuida de mí, y porque Dios me manda amar como Él ama. Alguien que está demasiado lleno de sí mismo, no puede entregarse a los demás.

No fui creada para centrarme en mí misma

Santa Teresita cuenta una anécdota en su autobiografía: cuando era pequeña, una de sus amigas del colegio tuvo que dejar los estudios unos meses. Teresita se aseguró de recibirla con gran alegría a su regreso, pero solo tuvo una mirada indiferente de parte de su amiga. Describe que su amistad fue incomprendida, y a partir de ahí dejó de mendigar la afección inconstante. Santa Teresita busca el amor absoluto, ese que viene de Dios. Y busca amar así, olvidándose de sí misma. No hay un escrito que exprese mayor amor que su “Acto de Ofrenda”.

Hay una gran diferencia entre despreciar y olvidar. Olvidar me parece bastante sano, dejarse de lado para salir de uno mismo, olvidar las preocupaciones que uno no logra resolver, olvidar las necesidades que a veces esclavizan, y dejar que Dios se ocupe de eso, mientras uno se ocupa de amar a alguien más: a Dios y al prójimo. Estoy muy lejos de amar absolutamente. Reacciono con demasiada humanidad a la mentira o a los malos tratos. Pero sé que no necesito amarme más para ser feliz, Aquél que me ama se encargará de todo, y Él puede todo lo que yo no.

Como mujer católica, algo liberador es descubrir que no tengo que estar pensando tanto en mí, que puedo ocuparme de amar a mi prójimo y a Dios. Descubre más aquí.

11 comentarios en “No necesito pensar en mí”

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